jueves, 26 de mayo de 2011

Fragmento de "Un árbol. Una roca. Una nube", de Carson McCullers

Lo que pasó fue esto. Ahí estaban esos sentimientos hermosos y esos pequeños placeres sueltos, dentro de mí. Y esta mujer era para mi alma algo así como una cinta de montaje. Hacía pasar por ella esos poquitos de mí mismo y salía completo. ¿Me seguís ahora? En esas circunstancias, ya te podés imaginar cómo me quedé cuando me dejó. Fui a todas las ciudades que me había mencionado alguna vez, buscando a todos los hombres que habían tenido alguna relación con ella. Tulsa, Atlanta, Chicago, Cheehaw, Memphis... Duirante casi dos años corri por el país tratando de encontrarla. La verdad es que el amor es una cosa extraña. Al principio no pensaba más que en que volviera. Era una especie de manía. Luego, según pasaba el tiempo, trataba de recordarla, pero ¿sabés qué ocurría? Cuando me tumbaba en la cama y trataba de pensar en ella, mi cabeza se quedaba en blanco. No podía verla. Y entonces sacaba sus fotografías y las miraba. Nada, no había nada que hacer. Era como si no la viera. ¿Podés imaginarlo? Pero un pedazo de cristal inesperado en la acera o una canción de cinco centavos en un gramófono automático, una sombra en una pared por la noche, y recordaba. A veces eso me ocurrìa por la calle y yo me echaba a llorar y me golpeaba contra un farol. ¿Me comprendés? Cualquier cosa. Daba vueltas por ahí y no tenía poder sobre cómo y cuándo recordarla. Uno cree que se puede poner encima una especie de blindaje. Pero el recuerdo no viene al hombre así, de frente, viene por las esquinas, dando rodeos. Estaba a merced de todo lo que oía o veía. De repente, en vez de ser yo el que atravesara el país para encontrarla, empezó ella a perseguirme a mí en mi propia alma. Ella a perseguirme a mí, ¡fijate! Y en mi alma.

Fragmento de "La balada del café triste", de Carson MacCullers

En primer lugar, el amor es una experiencia común a dos personas. Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas. Hay el amante y hay el amado, y cada uno proviene de regiones distintas. Con mucha frecuencia, el amado no es más que un estímulo para el amor acumulado durante años en el corazón del amante. No hay amante que no se dé cuenta de esto, con mayor o menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario. Conoce entonces una soledad nueva y extraña, y este conocimiento le hace sufrir. No le queda más que un a salida, alojar su amor en el corazón del mejor modo posible; tiene que crearse un nuevo mundo interior, un mundo intenso, extraño y suficiente. Permítasenos añadir que este amante del que estamos hablando no ha de ser necesariamente un joven que ahorra para un anillo de boda; puede ser un hombre, una mujer, un niño, cualquier criatura humana sobre la tierra.



Y el amado puede presentarse bajo cualquier forma. Las personas más inesperadas pueden ser un estímulo para el amor. Se da por ejemplo el caso de un hombre que es ya un abuelo que chochea, pero sigue enamorado de una chica desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw, hace veinte años. Un predicador pude estar enamorado de una mujer perdida. El amado podrá ser un traidor, un imbécil o un degenerado; y el amante ve sus defectos como todo el mundo, pero su amor no se altera lo más nínimo por eso. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello como los lirios venenosos de las ciénagas. Un hombre bueno puede despertar una pasaión violenta y baja, y en algún corazón puede nacer un cariño tierno y sencillo hacia un loco furioso. Es sólo el amante quien determina la valía y la cualidad de todo amor.



Por esta razón, la mayoría preferimos amar a ser amados. Casi todas las personas quieren ser amantes. Y la verdad es que, en el fondo, el convertirse en amados resulta algo intolerable para muchos. El amado teme y odia al amante, y con razón, pues el amante está siempre queriendo desnudar a su amado, aunque esta experiencia no le cause más que dolor.



Carson McCullers (1917-1967)

domingo, 22 de mayo de 2011

Un enigma

¿Qué es un enigma? Algo es reconocido como un significante, es decir, como que quiere decir algo -es el sentido más simple de la palabra significante-..... Que eso quiere decir es evidente.  Pero lo que eso quiere decir no puede ser enunciado, queda velado falta.  El enigma obliga así a la partición del espacio semántico.

También obliga a darle una temporalidad.  Primer tiempo, se reconoce que hay significante, que eso quiere decir algo.  El segundo tiempo es para enunciar lo que quiere decir, y cuando no se puede, es el enigma.

sigo....

En este sentido, el enigma está en el principio mismo de la distinción entre el significante y el significado.  Es el ejemplo de los jeroglíficos.  Reconocemos a los jeroglíficos como significantes, no decimos que el viento ha tallado en la piedra relieves extraordinarios.  Pensamos que es un escrito, pero no logramos leerlo.

......

Es lo que expresamos diciendo, "eso quiere decir algo, pero no se qué", es lo que Lacan llama significación de significación.  Es la pura intencionalidad del significante, el puro "eso quiere decir".

Mientras no se ha descifrado al significante, se lo preserva.  Una vez descifrado, si esto es posible. Termina la certeza.

La significación de significación es certeza y también angustia, en la media en que escapa a los deslizamientos, resbalones, aproximaciones, imágenes, falsos semblantes, del discurso y de su retórica.




De la sorpresa al enigma.  pag. 21. Los inclasificables. Miller

miércoles, 18 de mayo de 2011

Las pretensiones de la obsesión

"Hervé Joncour pasó los años que siguieron escogiendo para sí la vida límpida de un hombre ya sin necesidades.  Sus días transcurrian bajo la tutela de una mesurada emoción."

"..Era, por lo demás, uno de esos hombres que prefieren asistir a su propia vida y consideran improcedente cualquier aspiración de vivirla."

"Habrán observado que son personas que contemplan su destino de la misma forma en que la mayoría acostumbra a contemplar un día de lluvia."

"Si se lo hubieran preguntado, Hervé Joncour habría respondido que su vida continuaría de ese modo para siempre.  A inicios de los años sesenta, sin embargo..... "

siempre hay un sin embargo......

Seda
Alessandro Baricco/Anagrama